Disfraces y comedera para los extranjeros, pero para nosotros el Día de Muertos es tradición, cultura, gastronomía, raíz y orgullo. También llamado de Todos Santos, esta celebración es algarabía, color, música y representa un reencuentro con nuestros ancestros y las personas que han trascendido.
Desde finales de octubre preparamos el altar, ya que los muertos no llegan sólo el 1 y 2 de noviembre. El día 27 llegan las ánimas de las mascotas de cada familia; el 28, las personas que murieron a causa de un accidente o forma violenta; el 29, los ahogados; el 30 es el día de los olvidados o los que no tienen familia que los recuerde; y el 31 es para los que están en el limbo y los niños que nunca nacieron.
Así llegamos al 1 de noviembre, fecha en la que regresan las ánimas de los niños menores de 12 años y el 2 de noviembre los que murieron siendo niños.
Día de Muertos: tradición que enaltece nuestra cultura
La celebración de Día de Muertos es una de las tradiciones más representativas de México, y no porque así lo haya dicho la película Spectre del agente 007 pero, a mi parecer, esta producción dio a conocer al mundo cómo los mexicanos celebramos la muerte.
Se trata de una celebración tan importante y arraigada que cada estado honra a sus difuntos con un toque distintivo, aunque las ofrendas y la gastronomía son realmente para celebrar la vida y el reencuentro con los muertos que llegan del más allá por un día. Fiesta, altares, velas, bailes y cantos son el verdadero festejos que nos hace sentir que nuestros muertos siguen con nosotros.
Como diría Octavio Paz: «Es el culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte. Ambas son inseparables. Una civilización que niega a la muerte acaba por negar a la vida» (El laberinto de la soledad, 1950).
El origen principal de la celebración es recibir a nuestros difuntos con elementos como las flores de cempazúchitl, que son para abrirles e indicarles el camino; con la luz de las velas, para guiarlos a la casa de sus familias, aunque siempre la luz será fe y esperanza.
Cada elemento tiene un significado: los tres niveles del altar son para representar el cielo, la tierra y el purgatorio. La foto de nuestro difunto o un juguete, en caso de ser un niño; el papel picado o tela de seda o satín para recibirlos y puedan estar en un ambiente limpio; y la sal, que se usa para purificar el cuerpo y que no se corrompa en su viaje de ida y vuelta a casa.
Celebración ancestral
El Día de Muertos es una festividad que surge hace unos tres mil años con los mexicas, los mayas, purépechas y totonacas. Ellos usaban copal e incienso y actualmente estas fragancias son ofrecidas en casi todas las familias mexicanas. Diversas regiones las utilizan como parte de una alabanza, para cuando se ofrece la oración.
Para nuestros antepasados, el retorno de las ánimas les daba la oportunidad para convivir con ellos y que ellos probaran nuevamente la esencia de los alimentos o dulces que se les ponía para recibirlos.
Piedras de jade y semillas se utilizan también en el paso por el inframundo y en algunas zonas de México aún es tradición tener un perro xoloescuintle, quien es la luz en el puente que ayuda al alma a cruzar el inframundo. Antiguamente se sacrificaba al animal pero, afortunadamente, eso ya dejó de hacerse desde hace mucho tiempo.
Las calaveras de azúcar, chocolate y amaranto son parte de los platillos que se colocan actualmente en el altar. Y ya entrando, aunque sea poco, en el tema de la comida, el tradicional pan de muerto. Por cierto, espero hayan leído la nota del pan negro aquí en Revista estilos.
Estos nos lleva a la gran cantidad de variantes en el tan rico pan nos ofrece, desde el tradición con azúcar hasta versiones rellenas de chocolate, nata, crema pastelera y mucho más.
Y lo que no puede faltar en el altar es el mole, tamales, pollo, chocolates, atole y claro, el licor de la preferencia de nuestros difuntos.
Muchas regiones tienen su platillo típico de Día de Muertos. En Yucatán, por ejemplo, el pibil es el elemento principal del altar, y sólo se prepara para este día; en Michoacán, la corunda no puede faltar; en Texcoco, el pan de conejo; las regañadas de Oaxaca y los golletes en Puebla, así como los panes en forma de mariposas de Mixquic.
Además, tenemos una gran cantidad de platillos que forman parte de esta celebración tan importante, la cual es y será a mi parecer, una de los más bellas, coloridas y ricas no sólo en la cultura, sino para el paladar de todos los que vivimos en México o visitan nuestro país en estas fechas.