Como sabes, el paso del tiempo nos brinda sabiduría y aprendizaje, pero también va dejando sus huellas en nuestro rostro, en el que comienzan a marcarse líneas de expresión. Existen procedimientos estéticos no invasivos que nos devuelven una imagen fresca y juvenil. Entre ellos se encuentran la toxina botulínica y los rellenos dérmicos. ¿Cuál es la diferencia entre cada uno? Aquí te lo decimos.
“Para practicarse algunos de estos tratamientos, las personas deben acudir a una clínica con dermatólogos calificados, donde las sustancias que se empleen estén aprobadas y certificadas. Porque cuando se inyectan ciertos biopolímeros, el cuerpo genera un rechazo importante, ocasionando patologías de diferentes grados”, explica la doctora Jesse Schwartzberg, directora de Skin Project.
La magia de la toxina botulínica
En un principio, la toxina botulínica se usaba con fines médicos, para tratar padecimientos como estrabismo. En la actualidad, es uno de los aliados más valiosos de la medicina estética.
Es una sustancia que se infiltra en músculos muy específicos: en aquellos que se contraen excesivamente, como los del entrecejo, la frente o alrededor de los ojos, y que hacen que se intensifiquen las arrugas. Suaviza estas arrugas de la mímica facial, aportando un aspecto de juventud.
En promedio, el efecto de la toxina botulínica dura entre tres y seis meses, por lo que se puede reaplicar dos o tres veces al año, siempre siguiendo la recomendación médica, porque cada tratamiento debe ser personalizado.
“Antes de prescribir algún procedimiento, se debe hablar con el paciente y preguntarle cómo se siente y qué quiere conseguir. El objetivo siempre debe ser la preservación del equilibrio delicado del rostro, logrando un resultado natural”, agrega la doctora Schwartzberg.
Rellenos dérmicos: los cimientos de la piel
Los rellenos dérmicos son tratamientos inyectables de soluciones biocompatibles que se aplican en ciertas zonas del rostro, cuello, escote y manos, entre otras zonas, para contrarrestar laxitud de la piel, devolviéndole el sostén y la estructura que piel ha perdido con los años, para lograr un aspecto fresco y joven.
Uno de los más populares es el ácido hialurónico, que es una sustancia que se encuentra de forma natural en nuestro organismo. Una de sus grandes cualidades es la capacidad para retener el agua, lo que hace que nuestros tejidos se mantengan en buenas condiciones. Con el paso del tiempo, se produce en menor cantidad y, en consecuencia, la piel pierde hidratación, elasticidad y firmeza. Su efecto puede durar hasta un año.
Otro relleno dérmico es la hidroxiapatita de calcio. Es un bioestimulador que además del efecto de relleno, también promueve la generación de colágeno. Ayuda a redefinir el contorno facial, contrarresta la flacidez y corrige algunas imperfecciones. Atenúa las arrugas y pliegues, aportando volumen de manera inmediata, sin perder la expresión natural. Sus resultados pueden durar un año.
Por su parte, la policaprolactona es otro tipo de relleno inyectable que permite una inmediata remodelación de los rasgos faciales. Conforme pasan los tres meses posteriores a su aplicación, las arrugas se desdibujan y la piel se ve y se siente más firme. También estimula la producción natural de colágeno. La duración de su efecto depende de la variante aplicada: para un año, para dos o para tres.
¿Qué es mejor, la toxina botulínica o los rellenos dérmicos? Depende de lo que se desea obtener, pero no se contraponen; al contrario, se complementan y en conjunto se puede conseguir un mejor resultado.
Por ello, se recomienda combinarlos con la ayuda de un dermatólogo calificado, quien diseñará un proyecto integral de salud y belleza para la piel.